De los recursos intangibles que inciden en la productividad de las empresas el capital humano es probablemente el que lo hace más directa y eficientemente. La capitalización humana es más estable que la tecnológica, más gratificante que la organizativa y menos vulnerable que la imagen o la marca e induce la internacionalización, la innovación y la mayor dimensión de las empresas. Cabe preguntarse, entonces, qué pueden hacer los Estados y las instituciones comunes de Europa para dar un impulso coordinado a algo que con tanta evidencia se perfila como factor determinante del crecimiento económico y del bienestar.
Existe en Europa un curioso alineamiento sistémico de la formación profesional (en adelante, FP), una aparente deriva de la formación en el empleo en función de la existencia o no de un sistema de FP Dual. Así, en los países de tradición dual la formación para el empleo de las personas ocupadas se desarrolla y financia en el seno de las empresas mientras que en los que prevalece un sistema académico de FP inicial la formación para el empleo se estructura en procesos y entidades al margen de la empresa y se financia mediante la aportación de una cuota.
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