La disminución del desempleo juvenil es indudablemente uno de los retos más importantes y urgentes a los que nos enfrentamos en el actual mercado laboral. El porcentaje, superior al 30% de jóvenes menores de 25 años desempleados, que nos situaba a la cola de Europa, motivó que los Servicios Públicos de Empleo, en el marco de la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven, iniciaran a partir del año 2011 programas de formación e inserción para facilitar su incorporación al mercado laboral. Desde entonces se han sucedido las convocatorias de programas específicos en 2012, 2013, 2014 y, por último, 2015 que es el objeto de la evaluación que presentamos a continuación.
En 2015 se realizaron simultáneamente dos convocatorias de subvenciones públicas destinadas a la financiación de programas de formación específicos. Una dirigida a jóvenes menores de 30 años, que incluía acciones formativas dirigidas a la obtención de certificados de profesionalidad y a facilitar al acceso a los mismos y, además, otras acciones vinculadas con competencias en tecnologías de la información y la comunicación e idiomas. Y otra convocatoria dirigida a jóvenes inscritos en el Fichero Nacional de Garantía Juvenil mediante proyectos que incluían acciones formativas con compromiso de contratación, bien vinculadas a certificados de profesionalidad o bien que respondieran a las necesidades de cualificación y requerimientos específicos de empleo.
Sobre estos programas se ha realizado una evaluación de impacto que ha llevado a cabo la entidad Considera. Los objetivos principales han sido analizar los efectos del programa en cuanto a la incidencia en la mejora de la cualificación y la empleabilidad, y el análisis del impacto de los programas, tanto en la inserción laboral como en el retorno al sistema educativo y el lanzamiento al emprendimiento, tomando mediciones en diferentes momentos temporales, desde la finalización de la formación hasta un año después.
En estas convocatorias se han formado más de 9.000 personas en el programa de jóvenes menores de 30 y más de 4.000 en el específico de Garantía Juvenil, especialmente en la franja entre 16 y 25 años.
Los resultados muestran que se produce una mejora de la cualificación, mayoritariamente mediante la realización de certificados de profesionalidad completos, obteniendo el título correspondiente más del 80% de los participantes. Así mismo, se destaca el importante papel de los módulos de formación práctica de los jóvenes, en términos de mejora de preparación técnica para su incorporación al mundo laboral. En cuanto a la mejora de competencias específicas, su valoración general ha sido positiva, especialmente reconocida por los desempleados del programa de Garantía Juvenil, destacando la adquisición de competencias en el ámbito TIC, si bien el resultado en lenguas extranjeras ha sido inferior al esperado.
Uno de los principales logros de los programas, en términos de empleabilidad, ha sido la activación genérica de los participantes que se concreta en un aumento de la confianza para enfrentarse a los retos laborales, en una mayor flexibilidad y capacidad de adaptación al cambio y también en el grado de autonomía. Esta activación ha destacado especialmente en el grupo de desempleados de larga duración del programa de Garantía Juvenil, en el que se señala la realización de prácticas y la “mentorización” de los tutores como elementos clave, que han contribuido a fomentar valores como la iniciativa, el compromiso, la implicación o la vocación de servicio.
En cuanto al impacto directo en la inserción laboral, destaca un nivel de inserción positivo inmediatamente posterior a la participación en el programa de jóvenes, con un efecto creciente en el tiempo, alcanzando el máximo nivel de inserción a los 12 meses. Así mismo se constata que han obtenido una mayor tasa de contratación los participantes en formación vinculada a certificados de profesionalidad que incluye prácticas. En el programa de Garantía Juvenil, esa máxima inserción se consigue entre los 6 y los 12 meses, especialmente en las personas formadas en la familia profesional de industrias alimentarias.
Por otra parte, las empresas que han acogido a los jóvenes en prácticas o con compromisos de contratación manifiestan que ha sido una buena experiencia tanto por aumentar su productividad como por incorporar nuevas ideas y facilitar una cantera de candidatos para posteriores incorporaciones. A su vez, ha resultado un elemento motivador para los trabajadores que actúan como tutores, aunque haya supuesto un aumento de la carga de trabajo.
Considerando estos resultados, se proponen múltiples recomendaciones entre las que destacan: la necesidad de diversificar y adecuar la oferta formativa a las características de cada colectivo; la conveniencia de ajustar los contenidos a la realidad laboral realizando prospecciones acordes a las necesidades empresariales y sectoriales; la necesidad de incorporar herramientas de orientación y acompañamiento; y, finalmente, habría que reforzar los programas de prácticas como elemento motivador de la participación de los jóvenes en las acciones formativas y complemento necesario para favorecer la inclusión de los jóvenes en el entorno laboral real.
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