Aprendizaje permanente

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Formación para reducir la brecha de género


Igualdad de oportunidadesLa igualdad de oportunidades se puede medir, y mejorar, año tras año hasta alcanzar el grado de paridad que se persigue desde hace décadas. En España desde los años ochenta, cuando se pusieron en marcha instituciones – como el Instituto de la Mujer – para corregir la desigualdad entre hombres y mujeres, son palpables los avances en la materia.

Se han creado gran variedad de indicadores y elaborado importantes estudios que nos permiten valorar los resultados en el grado de equidad de ambos géneros en las distintas esferas, también en relación a la formación para el empleo. Vamos a realizar un repaso por alguno de ellos.

El informe Global Gender Gap Report 2020 del Foro Económico Mundial indica que, al ritmo actual, la paridad real no se alcanzará hasta dentro de un siglo y que, si bien el índice de paridad ha aumentado hasta el 68,6%, todavía hay una importante brecha de género por cerrar en los 153 países analizados. En España se ha producido un importante avance en los últimos años hasta situarse en el octavo puesto en paridad de género (79,5%), debido principalmente al aumento de la participación de la mujer en diferentes esferas, especialmente en la política, y a la reducción de las desigualdades salariales.

Son también de interés los informes realizados por el Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE), cuyo objetivo es trabajar por conseguir estos objetivos en la UE y fuera de ella. Según este organismo las mejoras en materia de igualdad repercutirán positivamente en la tasa de empleo y en el producto interior bruto de la UE. El Gender Equality Index (Índice de Igualdad de Género) es la herramienta de medida utilizada por esta institución para medir la paridad de género; los datos de 2019 sitúan a España, con 70,1%, casi tres puntos por encima de la media de la Unión Europea (67,4%).

Igualmente, la Agenda 2030 de la ONU incorpora una serie de indicadores para medir el avance en la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre los que se encuentra la igualdad de género (objetivo 5). En España, el INE ha procedido a analizar estos indicadores, identificando los valores nacionales equivalentes y los datos disponibles para los mismos. De este modo, ha definido el Indicador de Paridad de Género (IPG) que será la medida de identificación de las diferentes tasas de participación de las mujeres y los hombres en todos los campos objeto de estudio. El IPG se expresa en una escala en la que 1 es paridad total y cuando el valor es menor significa menor presencia de las mujeres.

Todos estos indicadores nos han de servir, no solo para comparar situaciones en las que la discriminación es más patente, sino también para decidir sobre las medidas a adoptar para erradicarla y avanzar en derechos y oportunidades.

La brecha de género en formación repercute en los resultados de paridad

Las cifras nos indican que la brecha de género aún persiste en pleno siglo XXI, y que la mayor parte de las oportunidades que se presentan favorecen más a los hombres que a las mujeres. Son destacables, principalmente, las siguientes diferencias: la brecha salarial; las desigualdades en la conciliación laboral y familiar, en el acceso a puestos de responsabilidad y al empleo; en la educación y la formación profesional, etc. Por tanto, no estamos hablando solamente de brecha de género en singular sino de varias brechas que confluyen de manera diferenciada y desfavorable para las mujeres.

Un informe reciente del Instituto Europeo de la Igualdad de Género (EIGE) pone de relieve que las brechas tradicionales de educación (las mujeres se forman más en humanidades y los hombres son mayoritarios en ingenierías y ciencias) se mantienen también cuando acceden al mercado laboral. También revela que recortar esa brecha supondría un aumento del PIB, así como la creación de 1,2 millones de empleos adicionales. La educación y la formación profesional se revelan de esta forma como uno de los factores correctores de desequilibrios sociales y, sobre todo, de género.

En España las mujeres tienen una tasa de matriculación superior en el ámbito universitario (54,8% de las matrículas en el curso 2017-2018) pero son minoritarias en las carreras de ciencia y tecnología. La mayor diferencia se da en las ramas de Ingeniería y Arquitectura en las que un 75% son hombres. Este tipo de diferencias se observan también en los estudios de formación profesional: las mujeres son mayoría en Imagen personal, Servicios socioculturales y a la comunidad y en Sanidad; y los hombres en Transporte y mantenimiento de vehículos, Instalación y mantenimiento, Electricidad y electrónica y Fabricación mecánica.

En la formación profesional para el empleo dirigida prioritariamente a trabajadoras y trabajadores ocupados, la participación de la mujer está siendo más positiva, como lo refleja el IPG elaborado por Fundae. Analizando el periodo 2009-2019 observamos que aunque este índice ha sufrido fluctuaciones e incluso algún retroceso, en general se mantiene por encima de la paridad con oscilaciones más o menos leves. En los dos últimos años, el IPG refleja el incremento de la tasa de cobertura femenina, situándose en 1,046 en 2018 y 1,037 en 2019, considerando tanto la formación realizada por las empresas como la formación de oferta estatal.

Evolución del IPG en formación para el empleo

Por comunidades autónomas, teniendo en cuenta el IPG de 2019, destacan la Comunidad de Madrid, con 1,015 y la Región de Murcia, con 0,968, como los territorios que presentan los valores más cercanos a 1 (paridad total). Baleares (1,153), Galicia (0,889) y Aragón (0,874) son las comunidades autónomas más alejadas de la paridad.

Por grandes sectores de actividad son Hostelería (1,006), Comercio (0,991) y Otros Servicios (0,975) los más próximos a la paridad en formación para el empleo. Mientras que Agricultura, Industria y Construcción son los que más se alejan, datos que reflejan que estos son sectores fuertemente masculinizados en el empleo.

La formación profesional para el empleo, más inmediata y flexible a la hora de dar respuesta a las necesidades de trabajadores y empresas, puede servir de elemento corrector de desequilibrios y desigualdades sociales y también para medir el grado de paridad de género. Seguimos trabajando por ello.

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