La población y la mano de obra de los países desarrollados envejecen debido a la disminución de las tasas de natalidad y al aumento de la longevidad. Se vive más tiempo, pero este cambio demográfico empieza a tener consecuencias en el empleo, los sistemas de pensiones, las condiciones de trabajo y, en definitiva, pone en cuestión el mantenimiento del nivel de vida y la sostenibilidad del estado del bienestar.
Para 2050, el número de personas de más de 55 años crecerá por encima de los 500 millones en los países de la OCDE. Este dato se recoge en el Golden Age Index elaborado por la consultora PwC en el que se analiza el grado de aprovechamiento y el impacto en el mercado de trabajo de los trabajadores mayores de 55 años en 34 países de la OCDE utilizando una serie de indicadores.