El papel de los formadores en cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje resulta relevante. Bien como transmisores de conocimientos, desde una mirada más tradicional, bien como facilitadores de aprendizajes que ponen a disposición de los participantes en la formación, a través de medios tecnológicos y redes sociales, los recursos para acceder a la información relevante y las actividades necesarias para generar competencias.
Teniendo en cuenta el papel que desempeñan en la formación, la Fundación Estatal para el Empleo ha promovido un estudio específico sobre formadores, que ha sido realizado por la entidad Grouplance AM Servicios. Su objetivo es determinar los elementos que garantizan la calidad de los formadores y tutores en acciones de formación no vinculadas a certificados de profesionalidad de la iniciativa de formación de oferta del sistema de formación profesional para el empleo. A partir de las conclusiones del estudio se proponen algunas recomendaciones y actuaciones dirigidas a mejorar dicha calidad.
El estudio, para el que se han utilizado tanto técnicas cualitativas como cuantitativas, ha contado con la participación de los diferentes agentes implicados. Se estructura en seis bloques de contenidos que permiten conocer la situación de la calidad docente en los siguientes aspectos: características sociodemográficas de los formadores; su formación, experiencia y cualificación; condiciones laborales; funciones realizadas y competencias; incidencia de la calidad del docente sobre la calidad de la formación; carencias y necesidades de los docentes.
Principales resultados
En primer lugar, el estudio destaca cómo las características del propio sistema de formación para el empleo, en concreto de sus iniciativas de formación de oferta para trabajadores ocupados, influyen en el perfil de los docentes. Entre las características más destacables figura su función de apoyo a la mejora de la competitividad de los sectores productivos y su contribución a la promoción profesional y personal de los trabajadores, la mayor parte de ellos ocupados y que requieren una formación ajustada a su disponibilidad horaria, lo que implica que los formadores y tutores deben desarrollar una mayor capacidad para motivar a los participantes y para adaptarse a los constantes cambios productivos. A esto hay que sumar la propia planificación de la iniciativa de oferta, que no garantiza la periodicidad ni regularidad de las convocatorias, lo que afecta a la estabilidad laboral de los docentes y a la inversión en medios y en el reciclaje profesional por parte de los centros de formación.
Entre las principales características de estos docentes hay que señalar que no se observan diferencias de interés desde el punto de vista sociodemográfico. En cuanto a su formación, la mayoría tiene titulación universitaria, normalmente relacionada con la formación que imparten, y suelen disponer de formación complementaria, tanto de carácter técnico como pedagógico (lo confirman más del 90 % de los entrevistados). Como dato de interés hay que destacar que, si bien no muestran carencias formativas concretas, más de la mitad – prioritariamente los tutores – se han reciclado o actualizado en nuevas tecnologías durante el último año; mientras los formadores se han centrado en la actualización de conocimientos y en la especialización técnica.
La formación reglada y la experiencia docente, principalmente, son los requisitos para la acreditación de formadores y tutores, aunque también es altamente valorada la experiencia laboral no docente. Esta acreditación de competencias es distinta en función de la formación a impartir, ya que para los certificados de profesionalidad existen unos requisitos concretos, que de forma indirecta están interfiriendo en los requisitos del resto de formadores. Por parte de las empresas de formación se tiende a uniformizar las competencias a requerir, lo que deja fuera a buenos formadores con experiencia que no cumplen con los requisitos académicos. Desde muchas empresas de formación se reclama la inclusión de los resultados obtenidos en las evaluaciones de la formación impartida como parte de la acreditación de los docentes, así como la creación de Registros de Formadores que puedan agilizar su selección y contratación.
La elevada rotación se revela como un tema de preocupación dentro del sistema, ya que es una de sus principales características: solo el 27 % de los docentes se dedica en exclusiva a la formación y el 57 % ha trabajado en más de una empresa el año pasado. Las principales formas de contratación son el contrato laboral de duración determinada y el contrato mercantil, con unas condiciones salariales muy dispares. A esto se suma la estacionalidad que concentra importantes cargas de trabajo en pocos meses del año: en torno al 50 % imparten dos o más acciones formativas a la vez en algunos momentos. A esta carga docente habría que sumar, en muchos casos, labores administrativas de apoyo, especialmente en el caso de los tutores, al haber disminuido el módulo económico destinado a teleformación.
Entre las funciones realizadas por los docentes, más allá de la impartición propiamente dicha, están la revisión y supervisión de contenidos, las tareas administrativas del aula y, en ocasiones, el apoyo a la planificación pedagógica. Tareas todas ellas que, al redundar en la calidad de la formación, hacen de los formadores y tutores figuras claves para garantizar esta calidad, aunque formando parte de una cadena de orden superior que debe funcionar perfectamente.
De todos los aspectos valorados por los participantes en la formación de oferta, los formadores son los mejor puntuados, seguidos de la organización de la acción formativa y de los medios técnicos e instalaciones, ocupando los tutores el cuarto lugar. Pero aun así, siendo la labor docente lo más valorado, no sirve como factor de discriminación para determinar un mayor o menor grado de satisfacción con la acción formativa ya que, en general, es siempre bien valorada.
Conclusiones
Por último, y de cara a posibles actuaciones sobre este colectivo, hay que subrayar que el hecho de dedicarse a la formación como profesión parece ser el mejor predictor de la calidad. Para ello se deben garantizar unas condiciones (laborales, económicas, etc.) que permitan que, al igual que en otros sistemas educativos, la formación pueda ser un medio de vida y se convierta en una profesión que pueda ser visualizada, reconocida y regulada.
Los tutores y formadores del sistema han demostrado estar cualificados, motivados y son bien valorados por sus alumnos… ¡Cuidémosles!
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