Hoy es el día internacional de la mujer.
El mero señalamiento de un día concreto para enfocar sobre una causa indica que la causa sigue, si no intacta, al menos irrealizada. Me refiero, claro está, no a esas fechas que subrayan la oportunidad de reencontrarse con una emoción o un sentimiento, sino más bien a la necesidad de reconocernos deudores de un reproche común o un conflicto social que debe resolverse. Yo de esos días me declaro muy partidario.
La Fundación cumple con sus obligaciones en el aseguramiento interno de la igualdad: aquí, la brecha salarial no existe, la conciliación está razonablemente encauzada y la composición del equipo directivo refleja, incluso en mayor medida, la proporción de hombres y mujeres trabajadoras de su plantilla. El diseño de la entidad que en origen hicieron los interlocutores sociales, la negociación colectiva y el amparo de su consideración como entidad del sector público ha propiciado un logro que no es fruto de la casualidad pero sí de la normalidad. O más bien de “nuestra” normalidad, porque la experiencia indica que, a poco que ampliemos la mirada extramuros de la Administración, la “nuestra” es una situación casi extraordinaria.
A las viejas y contrastadas evidencias sobre la discriminación de la mujer en la sociedad y en el mundo laboral (la primera, probablemente causa de la segunda) podemos cuestionarnos nosotros, como gestores del sistema de Formación para el Empleo, si existe en la materia de nuestro oficio otro motivo de queja adicional porque tampoco en el acceso a su formación continua y en la mejora de su empleabilidad se igualasen hombres y mujeres.
Con carácter general, la presencia de la mujer en el mundo laboral no se corresponde con su presencia en la sociedad misma. Esa diferencia podría explicar por sí por qué las mujeres acceden menos a la formación pero esa conclusión sería meramente cuantitativa y claramente insuficiente. En 2015, se registraron en las iniciativas de formación estatales 3.707.612 participantes, de los que 1.632.184 fueron mujeres. Por tanto, la diferencia negativa – en torno a los 12 puntos – entre los índices de participación de hombres y mujeres en la formación coincide con el diferencial de la tasa de actividad, y esto ya sí que es indicativo. Añadamos otros dos elementos de juicio: el acceso a la formación es mucho más limitado si se trabaja a tiempo parcial y la presencia de la mujer en esta modalidad es abrumadoramente mayoritaria (más del 70% del total), lo que eleva el nivel del esfuerzo de las mujeres para su formación. Por otra parte, si además tenemos en cuenta que la formación en la que participan las mujeres es de mayor duración media que la de los hombres (30,1 horas frente a 28, respectivamente), se puede concluir que las mujeres de nuestro país muestran y practican un mayor interés por la formación continua que los hombres.
Esta conclusión se da con especial intensidad en algunos territorios (las Comunidades Autónomas de Cataluña, Madrid y Canarias), para determinadas modalidades de impartición (las no presenciales) y también en algunos niveles concretos de ocupación en las empresas ya que, cruzando los datos de la EPA correspondientes al II trimestre de 2015 con los de la formación programada por las empresas durante 2014, resulta una distribución no homogénea del esfuerzo formativo de las mujeres según el tipo de ocupación: la participación de las mujeres directivas y las de las técnicas es superior a la de su presencia, según la EPA, mientras que la participación en la formación de las trabajadoras en posiciones de mando intermedio y de las trabajadoras con baja cualificación está muy por debajo de su peso en la fuerza laboral de las empresas.
Este último dato, el de la formación de las mujeres en el nivel en el que se producen precisamente las situaciones de mayor vulnerabilidad laboral, indica la necesidad de articular esfuerzos adicionales de difusión y promoción de la cualificación profesional entre las mujeres y justifica por si solo la vigencia de una reivindicación concreta de la igualdad.
No está de más, por tanto, un recordatorio onomástico y, por supuesto festivo, de lo mucho que en esto nos queda por hacer. Felicidades.
Alfonso Luengo Álvarez-Santullano
Director gerente de la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo
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