Uno de los principales objetivos estratégicos de la política de educación y formación de la Unión Europea consiste en facilitar al máximo la movilidad de estudiantes y formadores y reducir los posibles obstáculos que podrían dificultarla.
La movilidad en la formación, como confirman distintas investigaciones, tiene un impacto muy positivo sobre el capital humano: permite a los estudiantes adquirir nuevos conocimientos y competencias, incrementa su empleabilidad y les hace más proclives a una carrera profesional internacional. Un estudio de la Comisión Europea demuestra que la experiencia formativa en el extranjero favorece la empleabilidad. Constata que los jóvenes que han estudiado con una beca Erasmus tienen una tasa de desempleo inferior y que los empresarios mayoritariamente valoran la experiencia internacional a la hora de contratar empleados.
Los principales documentos que consolidan la política europea de formación y aprendizaje como el Tratado de Maastricht (1992), el libro blanco Enseñar y aprender: hacia la sociedad cognitiva (1995) y el Tratado de Ámsterdam (1999) inciden en la importancia de recurrir a acciones de movilidad como instrumento eficaz de cooperación de los Estados en el desarrollo de una formación profesional y universitaria más eficiente e integradora. Sigue leyendo