Meses después de la suspensión de pagos de Lehman Brothers en 2008, fue publicado bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto, un artículo científico que describía detalladamente cómo crear una moneda digital o criptomoneda, el bitcoin, que se podría autogestionar de manera autónoma y, además, podría ser usada como medio independiente de pago no controlado por el Estado.
Esta tecnología, basada especialmente en la criptografía y que posibilitó en 2009 la implantación del bitcoin, fue bautizada posteriormente con el nombre de blockchain o cadena de bloques. Ofrecía, además, la posibilidad de ser utilizada para automatizar de manera completamente fiable numerosos procesos en muy diferentes sectores económicos, al imposibilitar cualquier manipulación de una base de datos compartida, lo que confería un grado de confianza absoluta a cualquier dato gestionado por ella, pues una vez anotado un registro o bloque, este no se puede eliminar ni modificar nunca más, al estar encadenado o fijado criptográticamente con el anterior y con el siguiente.
Con gran acierto, la tecnología blockchain fue calificada en 2015, por el semanario The Economist, como la “máquina de la confianza”, que podría revolucionar muchos procesos asumidos hasta entonces por humanos. Además, el gurú tecnológico Enrique Dans afirmó en 2017 que blockchain es “una revolución perfectamente comparable a la aparición del ordenador personal, o al desarrollo y popularización de internet”. Sigue leyendo