En los últimos 15 años la conectividad de los aviones ha crecido de la misma manera que ha crecido la conectividad en nuestra vida diaria. Un avión, generalmente, contiene más de 600 aplicaciones informáticas y utiliza distintos protocolos de comunicación. En 2007 la aviación civil emitió por primera vez un reglamento que obliga a proteger la aeronave contra ataques cibernéticos.
El avión está virtualmente dividido en tres dominios: el dominio de control del avión (el más crítico), el dominio de control de las aerolíneas (lo utilizan las aerolíneas para cargar las películas de a bordo, por ejemplo) y el dominio público, donde los pasajeros nos conectamos físicamente (ranura USB) o a través de redes inalámbricas (Wifi de a bordo). En sus operaciones diarias una aeronave se conecta a satélites, sistemas de navegación (como GPS o estaciones terrestres), aeropuertos, sistema de mensajería de aerolíneas y muchos más. Las aeronaves también deben protegerse durante la actividad de mantenimiento en la que muchos dispositivos externos se conectan a la aeronave; la ciberseguridad es clave para garantizar la seguridad en los aviones.
La ciberseguridad aeronáutica no sería posible sin un pilar fundamental: las personas que día a día aportan su conocimiento, habilidades y buen hacer para que el desempeño de estos proyectos sea un éxito. No resulta extraño que el aumento de competitividad en el sector de las tecnologías de la información (en particular, el ámbito de la ciberseguridad) por parte de las empresas sirva para atraer y seleccionar al mejor talento. Esto podría deberse a dos factores principalmente:
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